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En cada enfermo veo a Cristo: El testimonio de amor y servicio de Angélica Ortiz

Por Angélica Ortiz

Hola, soy Angélica Ortiz. Formo parte de Fondacio desde 1988 y me he comprometido de manera permanente desde 1989. Me sigo considerando permanente porque para mí, este compromiso es eterno y vital.

Elegí vivir con personas que comparten esta visión, y mi dedicación se extiende más allá de lo temporal; es un compromiso de por vida.

Aunque no estoy presente en Fondacio todos los días, mi compromiso es inquebrantable. Es un pacto que también he hecho con el Señor, quien ha estado siempre presente en mi vida y en mi misión. He tenido el privilegio de acompañar a enfermos terminales y a sus familias, y en cada una de esas experiencias, he sentido la manifestación del amor de Dios.

Acompañar a mis hermanos en sus últimos momentos es un acto sagrado. Es como abrazar a un Cristo moribundo y estar a su lado en su último aliento. He dedicado mi vida a cuidar, escuchar y estar presente para ellos, y Fondacio me ha brindado la confianza necesaria para hacerlo. Me ha enseñado a respetar y dignificar a cada persona que acompaño, reconociéndolos como verdaderos hermanos.

Este camino me permite acompañar a otros en su espiritualidad y en su soledad. En cada encuentro, veo al Señor reflejado en los rostros de mis enfermos.

¿Cómo vivimos la Semana Santa?

En esta época del año, reflexiono profundamente sobre la enseñanza que Jesús nos dejó: el amor al otro y la entrega total en el servicio. Él nos mostró hasta dónde podemos llegar en el amor, recordándonos que cada uno de nosotros es un hermano, todos hijos del mismo Padre.

Cada cuerpo humano, sin importar su estado, lleva en sí la esencia de Dios; por ello, es vital dignificarlo, incluso en su último aliento. Debemos abordar cada vida con un respeto y una delicadeza únicas, reconociendo que lo que llevamos dentro es sagrado.

Espero la Cuaresma con anhelo, pues siento que este tiempo es una invitación a la reflexión, a escuchar la voz de Dios que me llama. Estos 40 días previos a la Semana Santa son un regalo para reencontrarme, para sumergirme en la oración y rezar con todo mi ser. Con mis manos puedo acariciar y brindar consuelo; mis ojos pueden mirarte y reconocerte. Las personas siempre transmiten lo que son, y debemos aprender a hablar ese idioma del amor y la conexión.

La Cuaresma nos ofrece un tiempo de penitencia y de encuentro, no solo con Dios, sino también con nuestros semejantes. Es un período para mirarnos a los ojos, para ser misericordiosos y compasivos. Este camino hacia la Semana Santa nos fortalece en la práctica de la humildad, que nos permite ver con una mirada limpia, sin prejuicios ni distinciones.

Para que mi hermano pueda conocer el amor, debo ser el primero en ofrecerlo. Este aprendizaje se integra en la Pasión de Cristo, quien sufrió todo por mí. Todo comienza con el acto de amor y humildad del lavado de pies. Comprender lo que Jesús hizo es reconocer el gesto de amor más grande: arrodillarse para lavar los pies de sus discípulos. En ese acto, Él deja atrás el ego, recordándonos que somos instrumentos de su amor.

Es fácil caer en la trampa del ego, creyendo que hacemos las cosas de manera excepcional. Sin embargo, lo que hago es simplemente responder a lo que Él me ha pedido. En mi vida, eso se traduce en cuidar y acompañar a los enfermos, en ser una presencia de amor y compasión.

Seguir a Cristo en la vida implica un compromiso continuo de estudio y aprendizaje. Nos invita a leer su palabra, a conocerlo más profundamente y a vivir su mensaje en cada acción y en cada relación.

En esta Semana Santa, que nuestro amor al servicio de los demás se renueve y que, al igual que Jesús, aprendamos a arrodillarnos para servir con humildad y generosidad.


Gratitud infinita por tu testimonio, Angélica

Queremos agradecer profundamente a nuestra querida Angélica Ortiz por compartir este conmovedor testimonio con toda nuestra comunidad. Su presencia en Fondacio desde 1988 ha sido un verdadero regalo para todos nosotros. Su misión de acompañamiento a enfermos terminales, tanto en nuestra población como en el Cesfam de Cristo Vive, refleja el verdadero espíritu de servicio que caracteriza a Fondacio.

Su dedicación al Oratorio y su apoyo incansable en todas las actividades litúrgicas han enriquecido enormemente nuestra vida espiritual comunitaria. Angélica es un ejemplo vivo de entrega, humildad y amor incondicional, recordándonos a todos el verdadero significado de seguir a Cristo en nuestro día a día.

¡Gracias, Angélica, por tu testimonio de vida y por mostrarnos que el amor se manifiesta en las acciones más sencillas pero profundas!

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