El Sentido del sufrimiento… Viviendo la Cuaresma.
El Sentido del Sufrimiento… Viviendo la Cuaresma
Extracto tomado del boletín «Iglesia en misión» del Arzobispado de Santiago.
«El que no ha sufrido no sabe nada”…
El sufrimiento, el dolor son realidades que cada vez más chocan con nuestra vida, con impactos que generan crisis, depresiones, rechazo. Por eso la tendencia es evitar los sufrimientos, porque no tienen sentido. Para qué sufrir. En este artículo el padre Marek Burzawa MSF (Misionero de la Sagrada Familia), vicario de la Zona Centro, nos ofrece luces importantes para asumir estas realidades desde la fe cristiana, especialmente en este tiempo de cuaresma.
Sabemos que el sufrimiento forma parte de la existencia humana. Todos los seres humanos, de una u otra manera, en nuestra vida, conocimos el sufrimiento. Quien dice que nunca ha sufrido es un mentiroso, porque el sufrimiento hace parte de nuestra vida. Un escritor y teólogo francés del siglo XVII-XVIII, Fénelon (1651-1715), dice que “el que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo”.
A nadie le gusta sufrir, y lógicamente, tratamos de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. El Papa Benedicto XVI, en su encíclica “SPE SALVI”, dice: “Cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito” (SS,nº37).
Gracias al sufrimiento, podemos descubrir mejor lo que es realmente la vida y ese conocimiento y esa sabiduría de la vida, acrisolada y madurada en nuestro dolor, podemos transmitirla a otras personas. A través del sufrimiento, podemos ser testigos del Señor. El Papa San Juan Pablo II, dirigiéndose a los enfermos, les decía: “les doy las gracias por esta “predicación” que vosotros nos hacéis mediante el dolor que soportáis pacientemente. Esa predicación no la puede sustituir púlpito alguno, ninguna escuela, ninguna lección. Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas. Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los del Crucificado, pueden dar una aportación de primer orden en la lucha por la victoria del bien sobre las fuerzas del mal, que de tantos modos acechan a la humanidad contemporánea”.
El tiempo de cuaresma que estamos viviendo, es un tiempo privilegiado para redescubrir el sentido más profundo del sufrimiento y poner nuestra mirada en la persona de nuestro Salvador Jesucristo. Él ha venido como samaritano bueno y compasivo que se inclina amorosamente sobre las llagas del hombre. Es el Médico que ha dado una nueva dignidad y la garantía de una vida perenne también al cuerpo humano, para una existencia sin más lágrimas y sufrimientos.
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