El Grano de Trigo
El Grano de Trigo
Tomado de www.mensaje.cl , del 23/3/2015
Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida, la salvará (Juan 12:24).
La gente vive apegada a sus cosas. La necesidad creada es el motor de la sociedad contemporánea. Al menos, para aquel treinta por ciento que participa de ella. Hay una tremenda tarea pendiente para todo cristiano, la de encontrar un lugar en la mesa para la vasta mayoría que vive desposeída, marginada y olvidada; los que viven, en verdad con menos de lo necesario.
Un primer paso, el desapego. Los apegos, los que san Ignacio llamaba los afectos desordenados, son el mayor obstáculo para la libertad. Enceguecen. La falsa ilusión de necesidad determina las opciones. La gente hace, con su vida, lo que tiene que hacer para obtener, mantener y asegurar las cosas que cree tan necesarias. Vivimos en la época del consumo.
Los participantes de esta gran estafa se creen libres, porque pueden ganar y gastar. Se creen ricos, porque pueden endeudarse para acumular chatarra. Al contrario, son esclavos del faraón moderno. Trabajan como animales para erigir monumentos a sus opresores. Son recompensados con miles de productos nocivos que hacen girar grandes cuentas bancarias. Viven ansiosos para acumular más cosas; angustiados pensando que las pueden perder.
Mira por tu ventana. Tarde o temprano, todo eso va a quedar en ruinas. El delirio de urgente necesidad es mentira. La obligatoria ansiedad por tener y consumir es el látigo del capataz. Se trabaja de balde. El esfuerzo humano por salvarse mediante la acumulación de bienes es todo en vano. Confiamos en las normas y los procedimientos, creyendo que nos van a salvar, pero son parte del régimen. Somos esclavos. Podríamos quedar libres.
Las cosas que tanto nos urgen no importan mucho. Ni riqueza, ni pobreza; ni honor, ni deshonor; ni salud, ni enfermedad; ni vida larga, ni vida corta. La paradoja de la salvación es que la vida plena se alcanza sólo cuando todo se pierde. El enigma es que se logra la libertad, no en la satisfacción de los apegos, sino en la superación de ellos. El misterio del amor profundo es que nace cuando muere el deseo disperso.
La televisión homenajea la intensidad apasionada de los peores. Los íconos del nuestro éxito son capaces de grandes crueldades para asegurar lo suyo. Se forma a los niños desde pequeños para competir y merecer, para desear los triunfos efímeros. Es como invitarlos a hacerse adictos de una droga mortal, la misma que atormenta a todos. Los formamos para hacer de esta vida un infierno competitivo, despiadado y brutal.
La religión muchas veces cae en el juego. Viene al rescate con la promesa de vida eterna después de la muerte, para quienes, tranquilamente apegados a las ilusiones más destructivas de nuestro tiempo, pierden sus vidas en el presente.
Colamos las moscas y nos tragamos los camellos. Desviamos la atención a los pecaditos personales, para no ver el gran apego que esclaviza. Se idolatra el control, como si por ahí viniera la salvación. Los fieles inútilmente intentan manipular los objetos de sus apegos, a veces, mediante grandes sacrificios, sin jamás cuestionarlos. Así es su religión. (más…)
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